Sin importar la edad, todos los niños atraviesan por el proceso de duelo luego de la pérdida de un ser querido. Negar la expresión de estas reacciones naturales frente a la muerte sólo prolongará el proceso de sanación. Por lo tanto, es muy importante que los adultos de la familia acompañen al niño en este camino conociendo las emociones y conductas frecuentes de los dolientes. Si bien cada persona reacciona de manera distinta frente a la muerte, a continuación te informaremos sobre las etapas usuales en el proceso de duelo de los niños.
NEGACIÓN
Si bien puede parecer que el niño actúa normalmente, está comenzando a hacer frente a esta nueva realidad.
Durante las primeras semanas, los niños niegan la muerte de este ser querido ya que aceptar esta pérdida resulta una tarea muy abrumadora por lo que es normal que se muestren en shock frente a esta triste noticia. Con esta conducta buscan defenderse de esta pérdida creyendo que sólo se trata de un mal sueño. El niño puede encontrar a la pérdida demasiado grande para poder afrontarla tan rápidamente pero esto no significa que permanecerá bajo esta reacción durante mucho tiempo. Es una etapa en la que es muy dificultoso pensar y concentrarse por lo que es esencial responder las preguntas del niño para que pueda comprender en su totalidad lo que es la muerte y cuáles son sus consecuencias en la familia.
ENOJO
Los niños suelen mostrar su dolor a través de conductas que buscan exteriorizar sus emociones.
La sensación de impotencia debido a esta muerte se convierte en un dolor profundo ya que el niño siente que la vida lo ha privado de una persona maravillosa. Esta mala conducta tiene como objetivo llamar la atención de sus familiares o bien expresar sus sentimientos de culpa debido a esta pérdida. Inclusive los niños pueden retroceder en su comportamiento actuando como si tuvieran una edad menor a la que realmente poseen. En el caso de los adolescentes, es frecuente la desobediencia de las reglas aunque se debe prestar especial cuidado al abuso de drogas, alcohol y la práctica de actividades de riesgo. En este sentido, la ira es una reacción muy frecuente ya que los niños expresan su enojo a la persona que murió debido a que sienten que la ha abandonado mostrándose más irritables de lo normal y con total desinterés por las relaciones sociales y familiares.
CULPA
Durante la niñez existe el “pensamiento mágico” por el cual el niño cree que a través de sus pensamientos puede ocasionar la muerte de otras personas.
Los niños pueden sentir culpa frente a la muerte de su ser querido ya que creen que sus malos pensamientos o acciones pudieron haber originado esta muerte. Por ejemplo, si el niño se enojó con su abuelo alguna vez y pensó “ojalá muera así deja de retarme”, el niño siente que estas palabras causaron posteriormente la muerte de su familiar. Esta culpa puede expresarse exteriormente a través de conductas agresivas o bien puede conservarse internamente, culpándose a sí mismo una y otra vez por lo sucedido. Conciben a la muerte como un castigo debido a su conducta por lo que intentan descubrir que podrían haber hecho distinto para evitar esta pérdida. Además pueden creer erróneamente que si se portan bien su familiar volverá con ellos por lo que se trata de un momento muy confuso para el niño. En este sentido, es primordial hablar con los más pequeños de la casa y aclararles que no hay nada que ellos hayan hecho para provocar esta ausencia.
DEPRESIÓN
La pérdida de un ser querido es una experiencia profundamente triste para los niños.
A medida que aceptan esta muerte, se incrementan los sentimientos de tristeza ya que advierten que esta persona que aman no va a volver. Es comprensible que el niño tenga problemas para dormir o no sienta deseos de jugar ya que el más mínimo esfuerzo puede dejarlo agotado. Junto con esta tristeza y desgano, surge la ansiedad y el temor ante lo desconocido ya que se preocupan sobre el final de su propia vida y la de sus familiares más cercanos. Inclusive expresan una falta de entusiasmo por las cosas que solían disfrutar. Se producen dificultades para conciliar el sueño, dolores de estómago y de cabeza, mayor o menor apetito así como dificultad para concentrarse. Es importante permitir que lloren para ayudar así a dejar atrás los sentimientos de enojo y frustración.
ACEPTACIÓN
Luego de haber comprendido que él no podría haber modificado esta pérdida, el niño comienza una etapa de reorganización.
El niño comienza a aceptar la pérdida y a adaptarse a una vida en la que la ausencia de su ser querido será inevitable. No sólo empieza a reorganizar sus emociones sino que expresará una mayor energía para realizar actividades retomando lentamente su rutina habitual. Durante esta etapa, el niño puede aún sentir algunas emociones propias del duelo aunque con una frecuencia mucho menor. Se ha aceptado que no puede tener a su ser querido de nuevo por lo que volverá a canalizar sus pensamientos y energías a sus amigos y familiares.
Durante el proceso de duelo, los niños expresarán algunas de estas reacciones emocionales y físicas. Recuerda que cada duelo es único y personal por que los padres deben acompañar al niño en esta elaboración sin presionarlos sobre el tiempo que debería durar el mismo. Nunca hagas sentir a tus hijos avergonzados de sus emociones sino que debes acompañarlos para que puedan canalizar su dolor sin culpa y temores.
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