Nada es permanente, todo cambia, en realidad lo único permanente es  el cambio, de lo único que tenemos certezas es de esto, el cambio.

Cambio que muchas veces está acompañado por dolores profundos, por eso desde el comienzo de los tiempos el hombre ha transitado sus cambios más dolorosos acompañándolos de rituales y ceremonias, que permiten mitigar un poco los impactos emocionales.

Antes había tiempo, o nos dábamos el tiempo, tiempo para detenerse y hablar, escuchar al amigo que sufre, estar con la familia, abuelos, tíos, hijos, primos y demás cercanos, la contención en momentos de cambio de pérdidas se mitigaba y estaba el tiempo del duelo, del recogimiento, de la reparación.

En nuestro ahora, en esta avasallante hora acelerada, parecería que en vez de permitirnos tiempo para el recogimiento, queremos superarlo todo rápido o hacer como que no ha acontecido, queremos volver rápido a las rutinas, el trabajo, el estudio,  los quehaceres y deberes.

El mundo del afuera se nos impone, cuando quisiéramos estar solo en nuestro mundo pequeño donde hay un espacio vacío, vacío de  una existencia, pero que en realidad sigue vigente con tanto o más vigencia, por que los lazos que construimos son lazos de amor, de cariño, de momentos cotidianos y eso no desaparece, pero como podemos vivir sin su estar con nosotros.

No debemos pensar que todo pasa rápido, no es así, las pérdidas nos imponen un tiempo  al que debemos respetar, elaborando y reconstruyendo nuestro dolor íntimo y la relación nueva con el entorno. Si no lo respetamos, de alguna forma se nos impone y muchas veces es el cuerpo quien habla con sus dolores físicos y sus requerimientos.

Nuestro hoy cambiante nos ha dado herramientas nuevas, que pueden acompañar a los cambios y es así que no perdemos al amigo porque está lejos, o podemos seguir conectados con los hijos que estudian en otro lugar del planeta, el ciberespacio tan intangible pero tan real nos lo permite.

Y por qué no usarlo también para contener nuestro dolor, para ayudarnos a tomar decisiones difíciles o desconocidas hasta ahora para nosotros, desde la búsqueda de cómo resolver los trámites que se nos presentan, hasta sentir que hay alguien dispuesto a escucharnos en la intimidad de nuestro espacio cibernético.

Es verdad, cambia, todo cambia pero podemos elaborar esos cambios y tomarlos como un gran aprendizaje de la vida, no estamos solos cuando podemos encontrar a otro que nos ayuda a transitar estos espacios nuevos. Respetando los tiempos de la pérdida, dándonos fuerza, consuelo y compañía aún por medio del ciberespacio.

La silla no está realmente vacía, el hueco de la cama y su tibieza tampoco, no escucharemos su risa pero siempre está en nosotros, porque el amor lo hace perdurable.

Ana María Saez, Socióloga invitada por Manejo del Duelo

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